Deja de Mirar Alrededor
La Verdad
de Hoy
Entre
Amigas
Sabiendo que su alma estaba llena de tristeza, le envié a mi amiga unos
cuantos textos con vínculos de canciones de alabanza, esperando que pudieran
amortiguar su herido corazón con consuelo. Un rato después ella respondió. Escuchando y alabando. Tengo los
certificados de defunción y la lápida aquí, pero sabemos que él
tiene la vida eterna y la gloria de Dios lo rodea. Por eso, siempre alabaré al
Señor.
El funeral había pasado, pero el aguijón de la muerte estaba todavía
fresco y feroz. De la mano de un trágico accidente sin sentido, su hijo un
joven adulto se había ido en un instante. Ondas de terror sacudieron a la
comunidad, dejando a miles de personas con un crudo recordatorio de la
fragilidad de la vida.
Un tesoro en la oscuridad de esta horrorosa pérdida es este: mi amiga está
afligida con esperanza. (1 Tesalonicenses 4:13) Ella
y su familia se lamentan sabiendo muy bien que las cenizas de la meurte para un
creyente son la transición a la perfecta belleza de la presencia de Dios.
La fe en Jesús infunde esperanza. Vida eterna.
La fe en las riquezas... los bienes... las cosas de la tierra infunden
desesperanza y muerte. Y tristemente, muchos de nosotros ponemos los tesoros
terrenales por encima de la inescrutable grandeza de Dios. La Palabra habla
directamente de esto en Salmos 49.
“Nadie puede negar que todos mueren, que sabios e insensatos perecen por
igual, y que sus riquezas se quedan para otros.” (Salmos 49:10).
Se ha dicho que hay dos cosas que nadie puede evitar: la muerte y los
impuestos.
Salmos 49 es un poco escalofriante al presentar el incómodo
tema de una cita inevitable que todos tenemos con la muerte. Las preguntas que
surgen en mi corazón cuando leo Salmos 49 son sobre la confianza. ¿Confiaré
en mi posición, mis posesiones, y en mí misma, o voy a confiar en Dios? ¿Voy a
confiar en que Dios es quien Su Palabra dice que es?
“A pesar de sus riquezas, no perduran los mortales; al igual que las
bestias, perecen. Tal es el destino de los que confían en sí mismos; el final
de[a] los que se envanecen.” (Salmos 49:12-13).
Recuerdo dejar de mirar alrededor las bendiciones y las riquezas de los
demás.
No hay coche fúnebre con trasteo que le siga, ¿cierto?
¿La prosperidad mundana versus la prosperidad piadosa?
¿Confiar en ti misma o confiar en Dios?
Como creyentes, podemos confiar en que Dios va a
redimir cada onza de dolor cuando nuestro último día llegue. Y cuando eso
suceda, ya no nos van a importar las parafernalias de este mundo. Finalmente vamos
a estar en paz.
Aquellos que ponen mal su confianza en las riquezas no conocen su
esperanza.
Con esto en mente, vamos a mantener nuestra mirada en lo que importa y a
vivir audazmente hoy para compartir la maravilla de la gracia con todos los que
nos encontremos.
Vamos a orar
Amado Señor, Tú eres el Autor de la Vida y el
dador de cada día. Ayúdame a confiar en Ti cuando la vida duela. Ayúdame a alabarte
tenga mucho o poco.
En el Nombre de Jesús,
Amén.
Ahora es tu
turno
¿En qué
estás confiando?
¿En dónde
tienes puestos tus ojos?
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Traducción: Norma
Galvis
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