Problemas de Princesas



Noviembre 9, 2018
Problemas de Princesas
Gwen Smith


La Verdad de Hoy

Háganlo todo sin quejas ni contiendas. (Filipenses 2:14) NVI

Entre Amigas

Mi amiga Ellen es una maestra de preescolar que regularmente lidia con niños pequeños facultados y privilegiados que saben cómo agrandar algunos asuntos menores y hacer unos cuantos berrinches graves.

¡Quiero el crayón rojo, pero Tommy lo tiene!

No me estoy comiendo esto porque tiene queso blanco. Sólo me gusta el queso amarillo.

¡Quiero ir primero!

Tengo permiso. Tú no eres mi jefe

La señorita Ellen llama a estas pequeñas aventuras "problemas de princesas", y hace todo lo posible por redirigir amorosamente el corazón de cada quejumbroso joven hacia la realidad de sus bendiciones y hacia la virtud de la paciencia, el desinterés, la bondad, el compartir, etc.

Difícilmente pasa un día en que el reino de su aula de niños no esté inundado de problemas de princesas. Los arrebatos son comunes. La mayoría son problemas simples de abordar, pero ocasionalmente pueden convertirse en un campo minado de caos complicado que interrumpe un momento especial.

Mientras reflexiono sobre esto, se me ocurre que, aunque soy adulta, tengo mi propia cuota de problemas de princesas. A veces me pongo nerviosa y me preocupo por cosas que no tengo que pensar dos veces.  Le doy mucha importancia a situaciones que no tienen consecuencias eternas solo porque puedo sentirme temporalmente molesta u ofendida.

No puedo creer que tenga que volver a ir al supermercado. ¡Esta es la tercera vez esta semana!

Les tomó más de una hora cambiar el aceite en mi automóvil hoy. ¡Más de una hora!

El sermón del pastor fue demasiado largo y la música estaba fuerte.

En el Antiguo Testamento, Daniel podría haberse quejado de sus problemas. Pero no lo hizo. Ni siquiera cuando se enfrentó a una muerte inminente cuando fue arrojado a un foso de leones. En cambio, permaneció dedicado a Dios y honró al Señor mientras servía humildemente al rey que destruyó brutalmente su ciudad natal y lo llevó a él y a sus amigos, cautivos a Babilonia.

En el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo sufrió dificultades extremas durante sus viajes misioneros. Fue atacado por turbas asesinas, golpeado, traicionado, azotado, arrestado, tuvo hambre, naufragó tres veces y fue mordido por una víbora ... ¡todo mientras servía a Dios! ¿Lindo, cierto? A pesar de que tenía todas las razones terrenales para quejarse sobre las cosas por las que pasó, Pablo no lo hizo. Por el contrario, escribió una carta sobre la alegría y la perseverancia para alentar a los creyentes en la iglesia de Filipos desde la prisión. Alentó a los demás en lugar de quejarse del desastre por el que había estado pasando y, a pesar de las limitaciones por las que estaba limitado.

¡Ah! Perspectiva.

Sí. Soy hija del Altísimo, Rey de Reyes. Una noble princesa en el reino de Dios con una herencia infinita y encantadora. Sin embargo, no estoy facultada para quejarme y protestar por las pequeñas molestias. ¡Ni siquiera por las grandes!

Punto.

Los problemas de la princesa no vuelan con Dios. No hay escapatoria.

Pablo escribió acerca de esto mismo en esa carta que envió a los filipenses.

Háganlo todo sin quejas ni contiendas, para que sean intachables y puros, hijos de Dios sin culpa en medio de una generación torcida y depravada. En ella ustedes brillan como estrellas en el firmamento, manteniendo en alto la palabra de vida. (Filipenses 2: 14-16a)

Imagina lo que pensarían nuestros seres queridos y compañeros de trabajo si tú y yo realmente viviéramos estos versículos. Si dejamos de quejarnos. Si elegimos ser fieles y puros adoradores que confían en la soberanía de Dios en los inconvenientes, incomodidades, e incluso los peores momentos.

¿Cómo sería para ti y para mí aferrarse firmemente a la palabra de vida ... brillar en lugar de escupir?

Vamos a hacer un trato. Tu y yo. La próxima vez que naufraguemos en nuestra propia imaginación y comencemos a ahogarnos en los pequeños dramas de nuestra propia creación, vamos a enderezar nuestras tiaras torcidas y a pedirle a Dios que ajuste nuestras actitudes torcidas. Al hacerlo, avanzaremos en la fortaleza, dignidad y alegría de Jesús.

En Su gracia, Jesús calma nuestros problemas de princesas y nos purifica para brillar como estrellas en el cielo para la gloria de Dios.

Vamos a orar

Santo Padre, por favor perdóname por las veces que me pongo nerviosa y reacciono de manera exagerada por cosas que o importan.  Perdóname, también, cuando fallo en confiar en Ti en las pesadas y duras pruebas.  Quiero ser una mujer que vive con la fortaleza, la alegría y la dignidad de Jesús. Ayúdame a brillar para Ti hoy, Señor.

En el Nombre de Jesús,

Amén.

Ahora es tu turno

Lee Filipenses 4:1-9.  Advierte la paz disponible para los creyentes que ejercitan la fe y elige pensar y comportarte como se nos ha instruido a pensar y comportarnos.

Ora por las tensiones específicas de tu corazón que pueden estar terminando de desequilibrar tu tiara.

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Traducción:  Norma Galvis

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