Paciencia ─Confianza En Espera
Noviembre 27 2018
Paciencia ─Confianza En Espera
Paciencia ─Confianza En Espera
La Verdad
de Hoy
Un siervo
del Señor no debe andar peleando, sino que debe ser bondadoso con todos, capaz
de enseñar y paciente con las personas difíciles. (2 Timoteo 2:24, NTV).
Entre Amigas
Todas las relaciones requieren paciencia.
Pero cuanto más difícil es la relación, más paciencia se necesita. Como
resultado, a menudo nos encontramos sentados en una de las salas de espera de
Dios, esperando que esa persona exasperante se vuelva alentadora, esperando que
la relación difícil con la que luchamos se vuelva más fácil. Odio esperar, por
cualquier persona o cosa, es la razón por la que estoy en la sala de espera
para comenzar con el propósito detrás de la presencia de personas ásperas en mi
vida. Ellos nos enseñan a esperar.
Es en esas salas de espera que se expone la
condición del corazón. Quién y qué somos realmente emerge de la presión única
que solo puede traer una relación difícil.
Cuando somos pacientes y estamos dispuestos a
esperar en Dios, lo invitamos a trabajar.
Mientras esperamos, Él nos prepara para esa
relación difícil y modela la relación difícil para lograr Su plan en nosotros.
Las personas difíciles irrumpen en nuestras
vidas con el permiso de Dios y por Su designio, invaden territorio prohibido y
desafían las reglas estrechamente protegidas de nuestra propia creación. Cuando
nos impacientamos, tratando de adelantarnos a Su trabajo o de escapar de esas
personas ásperas, perdemos algunas de las bendiciones que ofrecen las
relaciones difíciles. Es a través de la fe y la paciencia que obtenemos las
promesas de Dios.
· Los hijos de Israel esperaron 40 años para
ser liberados.
· Jesús esperó 30 años para ministrar.
· Jeremías esperó 35 años para que la gente
respondiera a su enseñanza.
· Abraham esperó 70 años por un hijo.
¡La paciencia es confianza ─esperando! Dios
es la fuente de la paciencia y la dispensa a través de Su palabra, nuestras
circunstancias y aquellos "ángeles sin saberlo" que llamamos personas
ásperas.
Su nombre era Sam. Me enamoré de él la
primera vez que lo vi. Estaba parada en la puerta de mi salón de clases,
esperando ansiosamente saludar a los treinta estudiantes que me habían asignado
para nueve meses completos de instrucción. Aunque Sam era más pequeño que los
otros niños, caminaba con la confianza adquirida de quien ha visto más de lo
que debería haber visto a una edad tan temprana. Lo que le faltaba en tamaño,
lo compensaba con creces en personalidad y actitud. Era un coqueto flagrante, y
yo estaba perdida en cuanto me él miró con unos ojos sorprendentemente azules
que me hicieron saltar el corazón mientras destellaban dos hoyuelos cavernosos
que lo capturaban.
Jamás olvidaré el dolor en sus palabras.
"Me llamo Sam. Soy tonto y estúpido, y no puedo hacer nada bien. Me enojo
muy fácil y me gusta romper cosas. Solo pensé que usted debería saberlo." Solo
tomó unos minutos para que Sam comenzara lo que sospechaba que era su intento
habitual de probar que sus palabras eran verdaderas mientras barría el aula que
se llenaba rápidamente, la destrucción en sus manos. Los papeles fueron
rasgados y tirados a un lado. Los niños se alejaban de su ahora ceño fruncido,
con temor en sus ojos. Cuando una pequeña niña se echó a reír, Sam pensó que se
estaba riendo de él y arrojó al suelo. Ya había visto suficiente. Tomándolo por
el brazo, lo saqué de la habitación y bajé por el pasillo. Él no estaba
sorprendido o particularmente preocupado. Todo era muy familiar; pero lo que
vino después no lo fue.
Buscando un lugar para sentarme, me detuve
frente a un banco y, para mi sorpresa, instintivamente atraje a este precioso
hombrecito entre mis brazos y me aferré a él sin soltarlo por nada en el mundo.
"Sam, está mal decir una mentira", le susurré. Aturdido, se retiró
para preguntar: "¿Qué quiere decir? No dije ninguna mentira." Tomando
su pecosa cara entre mis manos, susurré:" Sí, lo hiciste. Dijiste que eras
tonto y estúpido y que no podías hacer nada bien. Eso es una mentira. No sé
quién te dijo eso y no me importa. ¿No es verdad ─cierto, Sam?" Sus ojos
se llenaron de lágrimas ─y un pequeño rayo de esperanza apareció en ellos. Fue
suficiente. Lentamente, Sam negó con la cabeza, con una pálida sonrisa arrastrándose
por su rostro ahora relajado. "Nop. Supongo que no soy si usted lo dice.” Le
devolví la sonrisa. “Bueno, yo lo digo. Ahora, ¿por qué no eres mi asistente
hoy y me ayudas a repartir papeles?" Juntos, caminamos de regreso al salón
de clases y a un nuevo comienzo para una pequeña persona áspera.
Ese año le enseñé a
Sam y él me enseñó a mí. No estoy segura de quién aprendió más, pero esto sí lo
sé ─cuanto más amamos, más paciencia tendremos; Y mientras más paciencia
tengamos, más vamos a amar.
Vamos a orar
Padre, quiero conocerte
y encontrar Tu plan para mi vida. Elijo verme a mí misma a través de Tus ojos
de amor, perdón, y gracia. Quiero ser la mujer que tú creaste en mí. Te doy
gracias por amarme. Ayúdame a caminar cada día en el conocimiento de que soy Tu
hija.
En el Nombre de
Jesús,
Amén.
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Traducción: Norma Galvis
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