Guerra Civil Interna
Octubre 2, 2018
Guerra Civil Interna
Guerra Civil Interna
La Verdad de Hoy
Por lo tanto,
ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues
por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado
y de la muerte. (Romanos 8:1-2, NIV).
Entre Amigas
Nunca olvidaré el día en que descubrí que
nuestro hijo no es perfecto. Jered tenía unos seis meses y gateaba por todas
partes. Acababa de regresar de hacer unas diligencias y estaba ocupada
guardando abarrotes en la cocina, la cual tenía una abertura que me permitía mantener
un ojo en Jered mientras trabajaba. Parecía contento mientras jugaba con sus
juguetes, ocasionalmente tomaba un descanso para aterrorizar a nuestros dos
gatos.
Cuando Jered comenzó a gatear, eliminamos
todo lo que pudiera hacerle daño, la mayoría de nuestros objetos que se pudieran
romper y todo lo que tenía un valor sentimental. Dejamos una hermosa caracola
en la mesa de café de la sala de estar y la usamos para comenzar la ardua pero
vital tarea de enseñarle a Jered el significado de la palabra "no".
Apuntábamos repetidamente el caparazón, lo tocábamos y decíamos: "No, ¡No!”
Por supuesto, era un niño brillante, pero yo no estaba segura de si él
realmente había captado todo el concepto ─hasta ese día trascendental.
Con el último de los alimentos guardados,
tiré una bolsa de papas en el fregadero de la cocina y comencé a pelarlas para
la cena. Echando una ojeada, vi a Jered
mirando a la seductora caparazón, con una sonrisa traviesa de anticipación en
su rostro. De repente se lanzó a un rápido gateo hacia la caparazón prohibida.
Hice una mueca al imaginarme lo que podía hacer con ese caparazón y lo que los
bordes afilados podían hacer con sus pequeñas y tiernas manos. Grité con voz
firme pero segura: “¡Jered, no toques ese caparazón!”. Se detuvo de inmediato,
se incorporó y me miró mientras parecía considerar sus opciones y sopesar las
consecuencias.
Mientras repetía la advertencia, Jered
aplaudió alegremente sus manos, mostrándome su sonrisa más adorable. ¡Qué gran
niño! ¡Él lo logró! Comencé a doblar la esquina para darle un abrazo y
elogiarlo por su obediencia cuando salió disparado, gateando tan rápido como
sus gorditas manos y rodillas lo podían llevar. Al llegar a la mesa de café,
Jered agarró la caparazón y la dejó caer en su regazo como un trofeo duramente
ganado. Jadeé con incredulidad mientras su rostro reflejaba un triunfo total.
Él sabía exactamente lo que estaba haciendo, ¡y no estaba ni un poco
arrepentido! Mi niño perfecto tenía una racha rebelde ─tal como su madre.
Todos y cada uno de nosotros nacimos con una
naturaleza que ama rebelarse y alimentar una "inclinación" natural
hacia elecciones egoístas e incorrectas. Sin embargo, cuando llegamos a Cristo,
recibimos una nueva naturaleza que naturalmente desea obedecer a Dios. El
resultado es la guerra civil interna.
El apóstol Pablo luchó con el pecado tal como
lo hacemos hoy. En su carta a la iglesia en Roma, Paul describe su frustración
con su propio pecado: "Realmente no
me entiendo a mí mismo, porque quiero hacer lo que es correcto pero no lo hago.
En cambio, hago lo que odio.” (Romanos 7:15, NTV). ¿Suena familiar?
Nunca olvidaré la primera vez que leí esas ardientes
palabras escritas por este celoso hombre de Dios. ¡Estaba tan aliviada! A veces
parece como si yo fuera la única creyente involucrada en batallas importantes
con el pecado. Sin embargo, las palabras de Paul me aseguran que no estoy sola
en esta batalla. ¡Tampoco lo están ustedes! Mientras vivamos en este mundo
quebrantado y caído, nuestra naturaleza pecaminosa y nuestra naturaleza divina van
a estar constantemente en guerra.
¿Cómo ganamos esa guerra? La solución es muy sencilla,
pero muy costosa. De hecho, nos costará todo, comenzando con el control total
de nuestras vidas.
Para ganar esta guerra entre la vieja y nueva
naturaleza, debemos rendirnos constantemente a Dios, permitiéndole que nos
guíe, dirija y nos capacite para vivir para Él. Me encanta cómo un hombre
describió su propia guerra contra el pecado. “Es como si hubiera dos perros
peleando dentro de mí, un perro viejo y un perro nuevo. El que va a ganar es el
que más me alimente."
Mientras la naturaleza antigua es alimentada
por el mundo y animada a disfrutar el pecado que tan libremente ofrece, Dios
nos insta con amor a fortalecer la nueva naturaleza que nos ha dado al leer,
estudiar y aplicar la Biblia, al orar y pasar tiempo con otros creyentes, y al
servirle a Él. La victoria segura es nuestra cuando constantemente elegimos
contra la vieja naturaleza mientras nos rendimos al poder del Espíritu Santo.
¡Acompáñame en
rendirte! ¡La victoria está en camino!
Vamos a orar
Señor, quiero
agradarte y obedecerte. Muchas veces,
tomo la decisión incorrecta y cedo al pecado que constantemente me atrae. Hoy, elijo contra el pecado y me entrego a Ti. Te doy gracias por el poder de Tu Palabra y
por el precioso regalo de la oración, a través de la cual encuentro la
fortaleza para permanecer firme.
En el Nombre de
Jesús,
Amén.
Ahora es Tu Turno
Ora y pídele al Espíritu Santo que revele el pecado en tu
vida que has negado a enfrentar. Escribe
ese pecado a continuación, confiésalo y pídele a Dios que te perdone.
Ahora destruye el papel en el cual escribiste el pecado y
dale gracias a Dios por Su poder perdonador.
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Traducción: Norma Galvis
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