Cuando el Perdón se Siente Fugaz




Octubre 22, 2018
Cuando el Perdón se Siente Fugaz
Gwen Smith

La Verdad de Hoy

Entonces él se incorporó y le preguntó: Mujer, ¿dónde están? ¿Ya nadie te condena?.  (Juan 8:10, NIV)

Entre Amigas

A una niña de cuatro años se le escuchó por casualidad recitar el Padrenuestro, "y perdona nuestras cestas de basura, como perdonamos a quienes pasan basura contra nosotros". Cuando escuché esa historia por primera vez, sonreí. Entonces pensé en una conversación que había tenido recientemente con una amiga.

Ella es una amiga cristiana. Pero a pesar de que ella ha "vaciado su cesto de basura" de pecado delante del Señor en sincero arrepentimiento, no la ha vaciado de la auto condenación. No completamente. Ella se aferra a la tapa de la cesta de la basura con fuerza.

Ella está obsesionada por la vergüenza. Acosada por errores que ya no son recordados por un Dios santo. Atormentada por los pecados que han sido echados tan lejos como está el oriente del occidente.

Tan grande es su amor por los que le temen como alto es el cielo sobre la tierra. Tan lejos de nosotros echó nuestras transgresiones como lejos del oriente está el occidente. Tan compasivo es el Señor con los que le temen como lo es un padre con sus hijos. (Salmos 103:11-13)

Estos recuerdos la persiguen regularmente como el escalofriante monstruo de una película de terror. Por mucho que le gustaría avanzar en el perdón, simplemente no puede encontrar el coraje para ahuyentar al monstruo.

En el libro del Nuevo Testamento de Juan, capítulo 8, encontramos a una mujer sorprendida en el acto de adulterio. Los maestros legalistas de la ley y los fariseos la llevaron ante Jesús. La humillaron públicamente frente a toda la gente del pueblo y le dijeron a Jesús: “Maestro, a esta mujer se le ha sorprendido en el acto mismo de adulterio. En la ley Moisés nos ordenó apedrear a tales mujeres. ¿Tú qué dices?” (Juan 8:4-5)

Jesús se inclinó y escribió en el suelo con su dedo mientras continuaban interrogándolo. Finalmente, "Jesús se incorporó y les dijo: Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. E inclinándose de nuevo, siguió escribiendo en el suelo" (Juan 8:7-8).

La multitud finalmente se redujo a nada. Los hombres más viejos y sabios se retiraron primero. Luego los más jóvenes se desaparecieron. Cuando la mujer adúltera y Jesús fueron los únicos que quedaron:

"Entonces él se incorporó y le preguntó: Mujer, ¿dónde están? ¿Ya nadie te condena?”

“Nadie, Señor.” Dijo ella.

“Tampoco yo te condeno,” declaró Jesús.  “Ahora vete, y no vuelvas a pecar.”  (John 8:10-12).

Hermana, ¿ves que nuestro santo Señor se deleita en mostrarnos misericordia? Él no nos condena como merecemos. La mujer en esta historia era culpable cuando fue llevada a encarar a Jesús, pero cuando dejó su presencia, su culpa fue perdonada. Su cesto de basura estaba vacío.

Cuando nos volvemos para enfrentar a Jesús con corazones arrepentidos, nuestra culpa también es perdonada.

TIRA TU BASURA

Este relato de la mujer adúltera nos enseña sobre el perdón y acerca de juzgar y condenar a los demás. Pero ¿qué nos enseña esta lección acerca de juzgarnos a nosotros mismos?

Si bien la canasta de basura de mi amiga contenía basura de otras personas, la condena persistente provenía de los recuerdos de las decisiones que había tomado, las cosas que había hecho y el quebrantamiento que había experimentado debido a sus propias decisiones. En su corazón, ella aceptó el perdón de Jesús, pero no podía soportar perdonarse a sí misma.

Por lo tanto, muchas mujeres no se van a perdonar a sí mismas.

Conozco esa auto aversión.  La he vivido.  No voy a sentarme aquí y a decirte que perdonarte a ti misma es fácil. Es difícil ─y, de muchas maneras, ¡debe serlo! Pero puedo testificar que no fue hasta que permití en oración que el terco, fuerte e incondicional amor de Jesús quitara mis dedos de la tapa de mi cesta de la basura, y vaciara los contenidos condenatorios, que experimenté la verdadera libertad y el completo perdón.

¿Hay algo por lo que no has sido capaz de perdonarte?

Mi amiga, tenemos que dejar de castigarnos por los pecados de nuestro pasado.

Es tiempo de dejar de permitir que la culpa y la vergüenza te encadenen a una vida improductiva.

Jesús se humilló a Sí mismo al volverse humano, soportó una muerte insoportable y luego desafió la tumba en Su resurrección para que podamos ser restauradas a un lugar de completa sanidad.

Sanidad completa.

En 2 Corintios 5:21 se afirma que "Dios hizo que el que no tuvo pecado fuera pecado por nosotros, para que en él podamos llegar a ser la justicia de Dios". Si estás en Cristo, la Biblia dice que tu culpa se pagó en adelante. La cruz del calvario. Jesús cargó los pecados del mundo sobre sus hombros para que no tuvieras que cargarlos sobre los tuyos.

Si te aferras a un pecado no confesado, ha llegado el momento de que sueltes el control. La Palabra de Dios promete que, “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo, y nos perdonará nuestros pecados y nos purificará de toda maldad” (1 Juan 1:9).

Ninguno de nosotros es perfecto, simplemente somos perfectamente perdonados en Cristo.

Quita tu mano de la tapa y permite que el Señor vacíe tu cesto de basura de toda voz condenatoria de una vez por todas. Abraza la libertad que Jesús destinó para que vivas.

Vamos a orar

Santo Padre, Tu misericordia desafía la lógica.  No la merezco, y no entiendo cómo es posible que Tú me perdones por todo lo que he hecho.  Por favor toma mi cesta de la basura y vacíala. Perdóname hoy y ayúdame a perdonarme a mí misma, y a los demás, para que pueda vivir libremente en Tu increíble gracia.

En el Nombre de Jesús,

Amén.

Ahora es tu turno

Recita, escribe, y memoriza este versículo: “Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me[b] ha liberado de la ley del pecado y de la muerte.”  (Romanos 8:1-2)

En oración comparte este devocional con una amiga que necesite este mensaje.

Más de las Chicas GiG

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Traducción:  Norma Galvis

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