Cuando el Perdón se Siente Fugaz
La Verdad
de Hoy
Entonces él
se incorporó y le preguntó: Mujer, ¿dónde están? ¿Ya nadie te condena?. (Juan 8:10, NIV)
Entre
Amigas
A una niña de cuatro años se le
escuchó por casualidad recitar el Padrenuestro, "y perdona nuestras cestas
de basura, como perdonamos a quienes pasan basura contra nosotros". Cuando
escuché esa historia por primera vez, sonreí. Entonces pensé en una
conversación que había tenido recientemente con una amiga.
Ella es una amiga cristiana. Pero a
pesar de que ella ha "vaciado su cesto de basura" de pecado delante del
Señor en sincero arrepentimiento, no la ha vaciado de la auto condenación. No
completamente. Ella se aferra a la tapa de la cesta de la basura con fuerza.
Ella está obsesionada por la
vergüenza. Acosada por errores que ya no son recordados por un Dios santo.
Atormentada por los pecados que han sido echados tan lejos como está el oriente
del occidente.
Tan grande es su amor por los que
le temen como alto es el cielo sobre la tierra. Tan lejos de nosotros echó
nuestras transgresiones como lejos del oriente está el occidente. Tan compasivo
es el Señor con los que le temen como lo es un padre con sus hijos. (Salmos 103:11-13)
Estos recuerdos la persiguen regularmente como el escalofriante monstruo de una
película de terror. Por mucho que le gustaría avanzar en el perdón, simplemente
no puede encontrar el coraje para ahuyentar al monstruo.
En el libro del Nuevo Testamento de
Juan, capítulo 8, encontramos a una mujer sorprendida en el acto de adulterio.
Los maestros legalistas de la ley y los fariseos la llevaron ante Jesús. La
humillaron públicamente frente a toda la gente del pueblo y le dijeron a Jesús:
“Maestro, a esta mujer se le ha sorprendido en el acto mismo de adulterio. En
la ley Moisés nos ordenó apedrear a tales mujeres. ¿Tú qué dices?” (Juan 8:4-5)
Jesús se inclinó y escribió en el
suelo con su dedo mientras continuaban interrogándolo. Finalmente, "Jesús
se incorporó y les dijo: Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la
primera piedra. E inclinándose de nuevo, siguió escribiendo en el suelo" (Juan 8:7-8).
La multitud finalmente se redujo a
nada. Los hombres más viejos y sabios se retiraron primero. Luego los más
jóvenes se desaparecieron. Cuando la mujer adúltera y Jesús fueron los únicos
que quedaron:
"Entonces él se incorporó y le
preguntó: Mujer, ¿dónde están? ¿Ya nadie te condena?”
“Nadie, Señor.” Dijo ella.
Hermana, ¿ves que nuestro santo
Señor se deleita en mostrarnos misericordia? Él no nos condena como merecemos.
La mujer en esta historia era culpable cuando fue llevada a encarar a Jesús,
pero cuando dejó su presencia, su culpa fue perdonada. Su cesto de basura
estaba vacío.
Cuando nos volvemos para enfrentar
a Jesús con corazones arrepentidos, nuestra culpa también es perdonada.
TIRA TU BASURA
Este relato de la mujer adúltera
nos enseña sobre el perdón y acerca de juzgar y condenar a los demás. Pero
¿qué nos enseña esta lección acerca de juzgarnos a nosotros mismos?
Si bien la canasta de basura de mi
amiga contenía basura de otras personas, la condena persistente provenía de los
recuerdos de las decisiones que había tomado, las cosas que había hecho y el
quebrantamiento que había experimentado debido a sus propias decisiones. En su
corazón, ella aceptó el perdón de Jesús, pero no podía soportar perdonarse a sí
misma.
Por lo tanto, muchas mujeres no se van
a perdonar a sí mismas.
Conozco esa auto aversión. La he vivido.
No voy a sentarme aquí y a decirte que perdonarte a ti misma es fácil.
Es difícil ─y, de muchas maneras, ¡debe serlo! Pero puedo testificar que no fue
hasta que permití en oración que el terco, fuerte e incondicional amor de Jesús
quitara mis dedos de la tapa de mi cesta de la basura, y vaciara los contenidos
condenatorios, que experimenté la verdadera libertad y el completo perdón.
¿Hay algo por lo que no has sido
capaz de perdonarte?
Mi amiga, tenemos que dejar de
castigarnos por los pecados de nuestro pasado.
Es tiempo de dejar de permitir que la culpa y la vergüenza te
encadenen a una vida improductiva.
Jesús se humilló a Sí mismo al
volverse humano, soportó una muerte insoportable y luego desafió la tumba en Su
resurrección para que podamos ser restauradas a un lugar de completa sanidad.
Sanidad completa.
En 2 Corintios 5:21 se afirma que
"Dios hizo que el que no tuvo pecado fuera pecado por nosotros, para que
en él podamos llegar a ser la justicia de Dios". Si estás en Cristo, la
Biblia dice que tu culpa se pagó en adelante. La cruz del calvario. Jesús cargó
los pecados del mundo sobre sus hombros para que no tuvieras que cargarlos
sobre los tuyos.
Si te aferras a un pecado no confesado,
ha llegado el momento de que sueltes el control. La Palabra de Dios promete
que, “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo, y nos perdonará
nuestros pecados y nos purificará de toda maldad” (1 Juan 1:9).
Ninguno de nosotros es perfecto, simplemente
somos perfectamente perdonados en Cristo.
Quita tu mano de la tapa y permite
que el Señor vacíe tu cesto de basura de toda voz condenatoria de una vez por
todas. Abraza la libertad que Jesús destinó para que vivas.
Vamos a orar
Santo Padre, Tu misericordia desafía la
lógica. No la merezco, y no entiendo
cómo es posible que Tú me perdones por todo lo que he hecho. Por favor toma mi cesta de la basura y
vacíala. Perdóname hoy y ayúdame a perdonarme a mí misma, y a los demás, para
que pueda vivir libremente en Tu increíble gracia.
En el Nombre de Jesús,
Amén.
Ahora es tu
turno
Recita, escribe, y memoriza este
versículo: “Por lo tanto, ya no hay
ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de
él la ley del Espíritu de vida me[b] ha liberado de la ley del pecado y de la
muerte.” (Romanos 8:1-2)
En oración comparte este devocional
con una amiga que necesite este mensaje.
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Traducción: Norma Galvis
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