El Don de Dar Parte 2



Abril 8, 2019
El Don de Dar
Parte 2

La Verdad de Hoy
Yo proveeré para sus necesidades antes de que pidan, y les ayudaré mientras todavía estén pidiendo ayuda. (Isaías 65: 24, NCV[1]).

Entre Amigas

A pesar de un muy vacilante comienzo, ¡el fin de semana no pudo haber salido mejor! (si no leíste el devocional anterior, detente donde estás. Ve atrás y léelo...¡ahora!).

Dan y yo finalmente llegamos a Greensburg para dar la charla en un evento y nos registramos en el hotel solo para descubrir que el aire acondicionado en nuestra habitación no funciona.

No. Me. Importó.

Estaba tan cansada que literalmente me metí en la cama y rogué para que mi dulce esposo simplemente lidiara con esto.  Lo hizo. Vagamente recuerdo al hombre de mantenimiento pateando la unidad de aire acondicionado en nuestra habitación, y la unidad volvió a la vida. ¡Vaya Dios!

Y Dios estuvo en todo en el evento desde el principio hasta el final. Me olvidé totalmente de mi dolor de espalda en el momento en que empecé a hablar. Cada vez que hacía una invitación, las mujeres inundaban los pasillos. Hablé y oré mujer tras mujer... todo buscando a Dios y Su poder para redimir, sanar, y restaurar. ¡Fue un día increíble!

Incluso me las arreglé para olvidar el hecho de que este evento “gratuito” había abierto un inesperado hueco en nuestras finanzas. Elegí temblorosamente confiar en Dios.

Al día siguiente hablé para la iglesia donde mi amiga y su esposo pastoreaban. Noté en su mirada la preocupación cuando entré cojeando y le aseguré que iba a estar bien. Entonces me volví a Dan y tranquilamente le rogué, “¿Tienes un sermón en tu bolsillo?” Él sonrió y dijo, “Tú ya lo tienes, cariño.” No me preocupé por  su fe en mí en ese momento. Pero cuando me levanté a hablar, Dios de hecho vino de nuevo. Fue un precioso servicio y un tiempo de asuntos eternos con Dios.

De camino a casa, Dan y yo hablamos y nos reímos sobre todo el fin de semana... desde el minuto en que entramos en el mostrador del aeropuerto... hasta el aire que sacó la mano en nuestra camioneta, y ese divertido almacén de autopartes. A continuación, celebramos lo que Dios había hecho en las vidas de las personas que vinieron a escuchar Su Palabra y fueron cambiados para siempre con Su poder.

“Oh, ¿revisaste tu bolsa de dinero?” Preguntó Dan. Yo honestamente ni siquiera pensé en esto. Solo había llevado un mínimo número de libros y CDs para vender y realmente no esperaba mucho.

Y ahí está mi problema –mis ínfimas expectativas –mi escasa fe.

Servimos a un Dios que puede hacer mucho cuando esperamos que Él lo haga. Cuando contamos el dinero, no lo podía creer. ¡Teníamos lo suficiente para cubrir todos nuestros gastos de todo el fin de semana! ¡Celebramos todo el camino a casa!

Pero hay más.

Cuando llegamos a casa, estacionamos en nuestro camino de entrada, y se abrió la puerta del garaje, Dan dijo, “Eh, cariño, creo que tienes que entrar en el garaje.”

Ahora, eso fue extraño. Dan me había dicho que me quedara quieta mientras él descargaba la camioneta y abría la puerta. Sí... tenía una bolsa de arvejas congeladas que todavía le quedaba un poco de vida. Pero salí de la camioneta y fui al garaje ¡y rápidamente empecé a gritar!

Ahí estaba un Honda Pilot 2004 plateado. El carro estaba en excelentes condiciones. Los documentos del concesionario decían que tenía llantas nuevas, una nueva transmisión, una nueva correa de distribución. El carro había sido alquilado y estaba perfectamente mantenido. Y tenía una tercera fila... ¡lo suficientemente grande para nuestros nietos!

La nota decía, “es inaceptable que la esposa de nuestro pastor no tenga carro. Queremos que sepas lo mucho que te amamos.” Y no había nombres excepto el de un hombre que tenía el título del carro. No tenía idea a quién darle las gracias.
Oh, pero lo hice.

Mi Padre había obrado a través de los corazones dispuestos de algunos preciosos hombres para satisfacer una necesidad en mi vida. Así que llamé al carro Gracia. Y cada vez que estaba detrás del volante de Gracia, recordaba que sin importar qué tanto nos esforcemos, simplemente, no podemos superar a Dios en dar.

Quiero vivir mi vida con manos abiertas, pies polvorientos, rodillas callosas, y las mangas remangadas. Quiero ser una dadora generosa. Tal vez no tengo mucho dinero, pero puedo dar de lo que tengo. Puedo dar mi tiempo y energía... mi amor y preocupación... un oído atento y un corazón cariñoso. Puedo dar mi vida.

Vamos a orar

Padre, Dador de todo don bueno y perfecto, enséñame cómo dar. Ayúdame a ver a aquellos que están necesitados y a ser rápida para satisfacer sus necesidades. Elijo crucificarme para dar de tal manera que Te agrade y Te honre. Gracias por el privilegio de dar.

En el Nombre de Jesús,

Amén.

Ahora es Tu Turno

Elije ahora convertirte en una dadora generosa. Pídele a Dios que te muestre a una persona necesitada... y luego te muestre cómo satisfacer esa necesidad. Me gustaría escuchar tu “Historia de Dar” esta semana. Envíame un correo a: mary@marysoutherland.com

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Traducción:  Norma Galvis


[1] Versión Nuevo Siglo, traducción personal.

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