La Costra que No Quieres Dejar de Rascar
La Verdad de Hoy
“Entre ellos se encontraba un
hombre inválido que llevaba enfermo treinta y ocho años. Cuando Jesús lo vio
allí, tirado en el suelo, y se enteró de que ya tenía mucho tiempo de estar
así, le preguntó: —¿Quieres quedar sano?” (Juan 5: 5-6, NVI)
Entre Amigas
Brooke de cinco años de edad estaba sentada en la
silla trasera de una minivan mientras su mamá y yo hacíamos diligencias.
“Mami,” preguntó ella, “¿Es peor rascarse una costra o rascarse la picadura de
un mosquito?
“No deberías rascarte ni la una ni la otra.” Replicó
su madre.
Miré hacia atrás a Brooke mientras intentaba borrar
la evidencia sangrienta de que había hecho las dos cosas.
Las niñas pequeñas no son las únicas que se arrancan
las costras. Nosotras lo hacemos todo el tiempo. Tal vez no arrancamos las
crujientes costras marrones que se forma sobre una herida de la carne impidiendo
que la piel de abajo sane. Pero muchas veces nos rascamos las amargas costras rancias
que se forman sobre una herida del alma, no permitiendo que el corazón sane.
Bárbara (no es su nombre real) era una mujer así. Su
rostro mostraba las líneas y arrugas de una mujer que arrastraba años de
amargura y pesar. Ella no portaba cicatrices hermosas que reflejaran la
historia de redención de Dios; por el contrario, su alma filtraba las heridas
que ella determinadamente rascaba y decisivamente se negaba a dejar sanar.
Bárbara fue criada en un hogar “religioso,” era la menor
de doce hijos. Su padre bebía mucho e hizo un deporte de denigrar de sus hijos
y de su esposa. Su madre insegura siempre parecía ir en punta de pies en la
vida, y hacía poco para proteger a sus hijos de su amenazante esposo. Cuando el
papá de Bárbara forzaba a sus hijas a desfilar en ropa interior frente a él, su
mamá permanecía temerosa en silencio.
El papá de Bárbara le contó a su hija de doce años
que los primeros cuatro hijos fueron planeados, pero el resto fueron
accidentes. Ella era un accidente.
Para ahorrar tiempo, muchos de los hermanos de
Bárbara tomaban el baño juntos. Ella recuerda que su hermano mayor la molestaba
tocándola inapropiadamente en la ducha. Varios años después, ella repitió la conducta
tocando a su vecino más joven de la misma manera. Y durante treinta y tres
años, Bárbara se rascaba las costras de la vergüenza y la amargura y rechazaba
la invitación de Dios para sanarlas.
Hablé con Bárbara durante un largo rato mientras
ella me narraba su historia. Le aseguré el perdón total de Dios y la gracia
inmerecida. Le recordé los versículos de la Biblia redentores allí mismo en
blanco y negro, y algunos en rojo. Hablamos sobre la necesidad de perdonar a
quienes nos han hecho mal, y perdonarnos a nosotras mismas por aquellos a
quienes hemos hecho mal. Hablamos sobre dejar ir el pasado y avanzar en el presente.
Hablamos sobre la verdad de que cuando llegamos a Cristo, nos volvemos una
nueva creación, lo viejo ha pasado y lo nuevo ha llegado. Después de casi una
hora, me di cuenta que no estábamos llegando a ninguna parte.
“Escuché lo que estás diciendo,” dijo ella, “pero simplemente
no puedo perdonarme por lo que he hecho, y no puedo perdonar a mi papá por
hacerme de esta manera.”
Amiga, escúchame esto. Es importante. No era que
Bárbara no podía a perdonar a su
padre o a sí misma, era que ella no iba
a perdonar a su padre o a ella misma. No
era que ella no podía dejar el pasado atrás; era que ella no iba a dejar el pasado atrás. Y entre
tanto ella continuara repasando sus fechorías en el teatro de su mente, ella
jamás iba a ser libre.
Mientras ella se veía a sí misma como la estrella
del espectáculo, Oh, cómo se equivocó tanto, pero oh cómo lo hizo de bien, jamás
iba a haber un final, un llamado a bajar el telón para el final de la historia.
Como una hija que continúa rascándose una costra, Bárbara siguió rascándose las
costras de su vida, sin dejar jamás que tuvieran la oportunidad para sanar.
Y Jesús le dijo al paralítico que había
estado tirado en el suelo junto al pozo durante 38 años, y a mí, y a ti: “¿Quieres quedar sano?” (Juan 5: 5-6, NVI).
No sé de
ti, pero más que nada quiero vivir una vida libre de amargura, resentimiento, vergüenza
y condenación. Entonces cuando Dios me diga, “Quieres quedar sana,” mi
respuesta siempre será sí. Pero eso significa que tengo que cooperar perdonando
a quienes me han herido, y perdonándome a mí misma... deja de rascarte esa
costra emocional y déjalo pasar.
¡Vamos a
decidir hacer eso hoy!
Vamos a Orar
Dios, voy a admitir que a veces me rasco las costras
emocionales. Repito lo que he hecho y cómo lo he hecho. No quiero hacer esto
nunca más. Quiero tomar mi camilla emocional, levantarme, y caminar en
libertad. Hoy perdono a __________ por________, y ya nunca más voy a guardaré
la ofensa en contra del ofensor. También acepto tu perdón por mis pecados
______________, y ya nunca más voy a vivir en vergüenza y condenación.
En el Nombre de Jesús,
Amén.
Ahora es tu turno
¿Alguna vez dijo el hombre que
quería ser sano?
¿Por qué crees que a veces
preferiríamos permanecer emocionalmente enfermas en lugar de ser sanadas?
¿Cuáles cambios tendríamos que
hacer en nuestras vidas si dejáramos ir las ofensas pasadas y la vergüenza pasada?
Más de las GiGs
Es tiempo de dejar ir algunas
cosas... de levantarse de esa camilla.
En In Take Hold of the Faith You Long For: Let God, Move
Forward, Live Bold, Aférrate
a la Fe que Anhelas: Deja Ir, Avanza, Vive Audazmente! Revela las
razones más comunes por las que nos quedamos atascadas en nuestra fe cristiana.
Te muestro cómo liberarte de todo lo que te retiene, cómo avanzar con todo lo
que Dios promete, y vivir una fe aventurera de creer audazmente. Es tiempo de
dejar atrás los sentimientos de inferioridad, inseguridad, y insuficiencia que
te mantienen cautiva y se apoderan de la fe que mueve montañas que Dios pretende.
Vamos a descubrir los recursos sin explotar de la confianza y la valentía, y a
ver cómo moverse de simplemente conocer la verdad a realmente vivirla
audazmente en una vida marcada por la verdadera libertad y expectación. ¡Es
tiempo de DESATASCARSE! (Incluye una Guía de Estudio Bíblico para grupos o para
un estudio individual.)
Traducción: Norma Galvis
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